jueves, 14 de noviembre de 2013

Capítulo IV




Un pequeño riachuelo de lava discurría por toda la cicatriz, como una serpiente de fuego. Las dos paredes rocosas lo flanqueaban, altas, escarpadas, y peligrosas, y se elevaban muy por encima del grupo.

Dottan buscaba, ansioso, algún rastro de su amiga. Karen y varios de sus hombres le ayudaban, aunque estaba claro qué era lo que pensaban. La capitana vio a Dottan moverse entre roca y roca, intentando no pisar el fuego. El muchacho había recuperado su masa corporal habitual, pero aun así, se movía con energía y determinación. << Debe de querer mucho a su amiga >>-pensó Karen. Se acercó a él, de manera conciliadora, cuando vio que inspiraba hondo.

       -   Dottan.

Él se volvió al instante, con los ojos rojos, hinchados y empañados en lágrimas. Su rostro mostraba mucho dolor y preocupación.

-          -   No.

-          -   ¿No qué?-inquirió Karen, frunciendo el ceño.

-          -   Zayyn no está muerta.

La capitana reprimió un suspiro de impaciencia.

-          -   Me gustaría creerte, de verdad-respondió-. Pero aquí no hay nadie.

Se dio la vuelta, dando a entender que no iba a discutir más. Era capitana, debía ser firme y no ablandarse. Dottan endureció su mirada y apretó los puños, conteniéndose para no gritarle a la cara que por su culpa Zayyn estaba desaparecida. Puede que resultara cruel, pero estaba demasiado furioso y desesperado.

-          -   Por eso mismo-replicó-. Si no hay cuerpo, significa que se ha movido.

-          -   Muchacho-cortó uno de los piratas-. Aquí viven criaturas carroñeras que se alimentan de los que caen. Los Verokos devoran hasta los huesos.

Dottan tragó saliva, imaginándose tal destino para su amiga. Sacudió la cabeza con fuerza, negándoselo a sí mismo. Karen debió de adivinar lo que pensaba, porque lo miró con tristeza y suspiró.

-          -   Lo siento.

La capitana brilló unos momentos, rodeándose de llamas. Extendió las alas y alzó el vuelo, seguida de sus subordinados. Antes de marcharse, le dirigió al chico unas palabras.

-          -   Ya sabes dónde está nuestra guarida. Eres bienvenido allí, si quieres.

Dottan se dejó caer de rodillas, abatido. Al entornar los ojos, las lágrimas se le derramaron, y sus hombros se estremecieron. Los sollozos llenaron la gruta, acompañándolo en su dolor y soledad. Todo por lo que había luchado se había desmoronado. Ya ni siquiera quería seguir. Ni siquiera la comida podía ayudarle.

Le vino a la mente el momento en el que conoció a Zayyn. Fue el día en el que él llegó a la Casa de los Niños. Había vivido hasta los cinco años en la calle, con su madre, hasta que esa murió por una infección. A partir de ahí tuvo que apañárselas él solo…  hasta que…
Un muchacho - el que entonces era el encargado de la Casa de los Niños - larguirucho y barbudo lo encontró allí, tirado en la calle. Iba acompañado por una niña…

<<   -   ¡Oye, Almen!-dijo la niña-. Este chico parece solo, ¿podemos…?

El llamado Almen, transformado en un formidable ángel, observó al niño con mirada pensativa. Movió sus alas un poco, soltando algunas plumas. Al final, se agachó junto al pequeño y le sonrió con amabilidad.

-          -   ¿Cómo te llamas?

El niño lo miró, temblando, como si le tuviera miedo. Almen dedujo que le habían dado palizas en varias ocasiones.

-          -   D-Dottan, señor.

Miró nervioso al ángel y a la niña que lo acompañaba- Ella ladeó la cabeza con una sonrisa y le cogió de la mano afablemente.

-          -   Yo soy Zayyn, encantada-se presentó, contenta-. Este es Almen y él nos cuida. Ya verás cómo te gusta la Casa.

Dottan se dejó llevar, atontado y absorto en el pelo rojo de la niña… >>

De repente, un sonidito interrumpió sus pensamientos. Alzó su húmeda y rojiza mirada para encontrarse con una especie de roedor amarillo y alargado, que lo miraba fijamente desde una roca. Lo habría ignorado, de no ser por el trozo de tela verde pistacho que sostenía entre sus diminutos dientecillos. El chico se levantó, furioso por descubrir que aquel bichito podría haber probado bocado también a Zayyn.

-          -   ¡Bicho asqueroso!

El animal ladeó la cabeza y se dio media vuelta para escapar. Dottan le gritó que regresara, que se iba a enterar de lo que valía un peine. El roedor era escurridizo, y sabía huir bien de él, esquivarle, burlarle, sortearle. Dotttan le gritaba, frustrado.

-          -   ¡Devuélveme eso!

El animalito alargado correteó lejos de él y se internó por una cueva oscura y no muy grande. El muchacho se metió también allí. Recuperaría a toda costa el trozo de tela. Pasara lo que pasase. Tuvo que agacharse para poder seguirlo  y aun así, debido a su tamaño, le era difícil. Murmuró improperios viendo como la criatura se alejaba todavía más de él, y se obligó a acelerar, arrastrándose y moviendo los brazos de delante hacia atrás.

Cuando el túnel por fin hubo terminado, Dottan desembocó en una pequeña caverna, de unos tres metros de altura. Constaba de una pequeña cascada, y de múltiples antorchas colgadas en las paredes de piedra. Había, además, numerosos muebles de piedra, y una cama en un rincón. El muchacho observó con estupefacción la cueva, con la boca abierta y los ojos abiertos como platos.

-          -   Woow…

Parpadeó, y buscó con la mirada al roedor. Sorprendentemente, lo encontró sentado sobre el hombro de un anciano, ataviado con una vieja túnica gris y con la espalda arqueada. Estaba completamente calvo, y se mesaba con una huesuda mano la larga barba enredada.

-          -   Ah, vaya-dijo el hombre-. Compañía joven.

Dottan retrocedió, alarmado, al darse cuenta de que le habían tendido una emboscada. Corrió a darse la vuelta, para marcharse de allí y volver con Karen y los demás, pero algo le hizo detenerse.

En un rincón, hechas un guiñapo, se encontraban las prendas verdes y negras de Zayyn, amotinadas en un montón. Dottan apretó los puños y tensó la mandíbula. Se dio la vuelta hacia el viejo con un brillo asesino en sus ojos oscuros.

-          -   ¿Qué le has hecho a Zayyn?-dijo con un tono de voz extraño, demasiado calmado, pero a la vez demasiado letal como para pertenecer a un chico de quince años.

El anciano ladeó la cabeza y le sonrió, mirándole intrigado, como si algún rasgo de él, algo en su comportamiento, le hubiese llamado la atención. Avanzó unos pasos hacia el chico, apoyándose en un báculo hecho de huesos. El roedor bostezó en su hombro y se hizo una rosca para dormitar.

-          -   Vaya-repitió-. Cuan interesante…

La risa seca que dejó escapar después puso nervioso a Dottan, que frunció aún más el entrecejo.

-          -   ¿Qué has hecho con Zayyn?-volvió a preguntar, retrocediendo por cautela.
El anciano se detuvo.

-          -   No sé quién es Zayyn… ¡Ah! ¿Hablas de la chica a la que recogí y salve de una muerte segura?

Dottan gruñó, enfadado, pero cuando terminó de procesar esa información, parpadeó repetidas veces. ¿Qué había dicho?

-          -   ¿Eh?
El otro suspiró, y se sentó sobre una roca, dejando escapar u gemido de dolor al padecer nuevamente los síntomas de la artritis.

-          -   La joven cayó desde una altura peligrosamente alta. Suerte que su demonio tomó el control del cuerpo… Hacía años que no veía nada parecido. Debe de ser muy poderosa para poder salir a flote a voluntad y controlar el cuerpo así-sonrió, se sacó de los pliegues de su túnica una pipa de fumar y se colocó la boquilla entre los labios-. Aun así, recibió heridas graves, al chocarse contra las paredes.

Dottan bajó por fín de las nubes, interrumpiendo al anciano.

-          -   ¡¿Z está viva?!

-          -   Eso he dicho, sí.

-          -   ¿Dónde?- se volvió hacia todos lados, en busca de la pelirroja, esperando a que esta saliera de una vez de las sombras-. ¿Dónde está?

-          -   Ya se ha ido, mozuelo. Se fue cuando sus heridas se hubieron sanado. Por cierto, ese es otro tema interesante. Es increíble lo poderoso que es su poder de regeneración…

-          -   ¿A dónde?-casi gritó Dottan, ansioso-. ¿A dónde fue?

-         -    A Kruxon.

Los ojos del joven se abrieron de par en par. Se quedó mudo unos instantes del asombro, preguntándose que motivos llevaban a su amiga a ir a la capital demoníaca. Como si le hubiera leído el pensamiento, el salvador de Zayyn dijo:

-          -   Cree que los piratas te van a vender como esclavo, chico.

Dottan inspiró profundamente, entendiendo las sospechas de Zayyn. Seguramente, la chica había dado por hecho que Karen y los suyos lo tenían secuestrado y que lo venderían como esclavo. Y ella iba a ir hasta allí, iba a recorrer medio continente para rescatarle. Se sintió eufórico. No solo porque ya sabía que estaba viva, sino porque ella no se olvidaba de él, porque en esos mismos instantes, ella se dirigía a luchar por su libertad. Una alegre y genuina sonrisa se le dibujó en el rostro. Miró al viejo una última vez antes de marcharse.

-          -   Debo ir a por ella-el anciano asintió lentamente, conforme-. Gracias por todo.

     Dicho esto, se dio la vuelta y desapareció por el túnel. El hombre de la barba lo vio marchar con una media sonrisa misteriosa, mientras acariciaba distraídamente el lomo de su amarillo y dormido compañero.

-          -   Buen viaje, Gula… Buen viaje.

º                                                    ×º°”˜`”°º×owo׺°”˜`”°º×

Karen esquivó una botella que se estrelló contra la pared, sin apenas mover la cabeza a un lado. En otros momentos, le habría dado una paliza al pirata borracho que se la había lanzado, pero estaba pensativa, distraída en asuntos ajenos a su banda.

Pensaba en aquel chico, el gordito que habían traído ante ella sus hombres, y que, con determinación, afirmaba que su amiga seguía viva. Karen sabía cómo debía de sentirse, impotente y entristecido. Sabía que, en el fondo, Dottan conocía la verdad. Su amiga había muerto. Suspiró, recordando cuando ella misma no podía creerse que su madre hubiese muerto. Unas semanas después todavía seguía costándole avanzar.

Se encontraba sentada al pie de la mesa, junto a Arko, que comía somnoliento un plato de pollo que tenía delante.

-          -   No deberías martirizarte tanto-murmuró Arko de repente.

Karen lo miró de soslayo. Luego alzó la mirada. Todos sus hombres gritaban, comían, bebían y reían, en torno a la larga mesa de piedra. Muchos de ellos ya estaban borrachos, unos cuantos más cantaban, y otros pocos jugaban con dados, apostando monedas o armas en su defecto. Eran muy diferentes entre ellos, demonios desterrados, fugitivos, e incluso antiguos reclusos. Pero todos se apreciaban. Toda la tripulación formaba parte de una gran familia. La capitana sonrió, pero no fue una sonrisa alegre. Todavía echaba en falta a alguien.

-          -   No puedo evitarlo, Arko. Por culpa de mis hombres, Dottan ha perdido a su amiga…

El niño la miró con ojos compasivos, adivinando qué le pasaba por la cabeza. Asintió, y volvió a prestar atención a su cena.

La cueva, situada en una de las laderas de la cicatriz, se encontraba destilando alegría por los cuatro costados, hasta que una figura marrón se introdujo en ella gritando e alegría.

-          -   ¡Karen! ¡Z está viva!

Dottan volvió a su forma humana y avanzó hacia la capitana con paso ligero y animado, ignorando el silencio que se había hecho. La chica rubia se levantó de golpe. Sorprendida.

-          -   ¿La has encontrado?

El chico se detuvo, y parpadeó, anonadado.

-          -   Pues… no. ¡Pero un señor me ha dicho que la salvó la vida que se dirige a Kruxon!-añadió al ver la expresión cansada de la muchacha.

-          -   ¿Un señor?-repitió esta, mirando a Arko.

El niño bostezó, retiró su plato con un leve empujón, y se encogió de hombros. Luego apoyó la cabeza sobre la mesa y se durmió a los pocos segundos. Los demás piratas murmuraron entre ellos, dejando a un lado lo que estaban haciendo. Los borrachos soltaron gruñidos de irritación.

-          -   Si-afirmó Dottan, dubitativo-. Tenía un bastón de huesos, y en su hombro llevaba una especie de roedor amarillo…

Eso fue suficiente para confirmar las sospechas de Karen.

-          -   ¡El viejo Yarino!-exclamó, tapándose la boca con una mano-. ¡Hacía años que nadie le veía!

Dottan se encogió de hombros y esbozó una sonrisa nerviosa.

-          -   Será porque está escondido en una cueva-enmudeció unos momentos, antes de seguir hablando y anunciar-: Me voy a buscarla.

Se inclinó, haciendo una reverencia, y sonrió con felicidad.

-          -   Gracias por todo, Capitana Karen.

El chico ya se daba la vuelta cuando ella lo llamó otra vez. Él se volvió, curioso.

-          -   Te acompañaré-ante la mueca de sorpresa de Dottan ella sonrió-. Te lo debo.

Se volvió hacia sus hombres, mirándolos a todos a los ojos. Los conocía, sin excepción alguna, desde que era pequeña. Estaba enterada de todas sus historias, sus aficiones, sus aspiraciones… Buscaba algún posible candidato para realizar el viaje y a otro para tomar el mando de la banda mientras ella no estuviera, pues iba a ser un largo y difícil trayecto a través de la jungla, y llevar a toda la tripulación solo los retrasará.

-          -   Noga-llamó. El interpelado se levantó, obediente-. Tú y yo acompañaremos a Dottan hasta Kruxon.

-          -   Sí, capitana-asintió el hombre.

Karen miró a Arko, pensando en ponerle al mendo del barco, pero al verle dormido desechó la idea. No, Arko no valía para capitanear, se dormiría cada cinco minutos.

-          -   Yankar, te dejo al mando-le anunció a un hombre barbudo que llevaba sirviendo a su madre desde antes de que ella naciera. No dudaba para nada de su fidelidad.

-          -   Sí, mi señora.

-          Los demás le obedeceréis como si fuera el verdadero capitán, mientras Arko, Noga, Dottan y yo viajamos a la ciudad.

-          -   Karen… -pudo decir Dottan, agradecido, y viendo como Noga se iba a preparar los macutos de los cuatro.

Sonrió. Quizá las tierras de demonios eran más acogedoras de lo que pensaba.

                                               ×º°”˜`”°º×owo׺°”˜`”°º×


El sonido de unos tambores resonaba en sus oídos.

¡BUM! ¡BUM! ¡BUM!

<< …Erta… >> decía una voz << …Yyn… >>

Un intenso pitido se sumó a los tambores. La cara le ardía, y bombeaba como un corazón al correr.

¡BUM!

<< …Ayyn… ierta… >> la voz sonaba insistente<< …Zayyn… despierta… >>

La chica frunció el entrecejo y arrugó la nariz. Movió un poco la cabeza hacia un lado, pero sintió un profundo dolor. ¿Qué le había pasado? Lo último que recordaba era estar junto a Dottan, agarrando el borde del risco… Con una exclamación ahogada recibió un mar de imágenes que Riea compartió con ella. Se vio a sí misma agitar las alas, pero también se vio, al perder el equilibrio, estrellar sin remedio contra una pared, luego contra otra, y otra, y otra… antes de aterrizar con violencia en una zona de piedra, lisa.

-          -   …Despierta.

Zayyn se obligó a abrir los ojos, aunque le costó un soberano esfuerzo. Lo primero que vio fue un techo con pequeñas estalactitas, y lo primero que escuchó fue un rumor de agua. Se sintió en una superficie dura y rocosa, y también se notó tapada con algo parecido a una manta. Comenzó a incorporarse, llevándose una mano a la cabeza. Sintió una fuerte punzada en la sien y gimió de dolor.

-          -   Tranquila, se te pasará-dijo alguien a su espalda.

La chica se volvió, sobresaltada, a tiempo para ver a un hombre anciano, ataviado solo con una túnica anudad a la cintura, de modo que se le veía el torso desnudo. Zayyn se fijó en que los músculos estaban bien formados, por lo que supuso que antaño aquel hombre había sido alguien fuerte y poderoso.

-          -   ¿Quién… quién eres?-se removió, asustada-. ¿Dónde estoy?

Notó los músculos de su cuerpo agarrotados, pero sorprendentemente, ya podía moverse bien.

-          -   Me llamo Yarino, pequeña, y estás en mi cueva.

Zayyn entrecerró los ojos, atontada. Yarino siguió hablando.

-          -   Te diste un buen golpe. De no ser por tu demonio, ahora no estarías aquí, hablando tan tranquilamente conmi…

-          -   No estoy tranquila-repuso ella con desconfianza-. ¿Qué quieres de mí?

-          -   ¿Se necesita una razón para salvar a alguien?

La chica lo miró, sobrecogida. Se fijó entonces en los dos pequeños tambores que sostenía el anciano sobre su regazo. ¿Sería algún tipo de sanación especial?

-          -   ¿Tú... me has salvado?

Yarino asintió, mirándola fijamente con interés.

-          -   ¿Puedo saber que hacía una doncella sola por aquí?

-          -   No iba sola. Me acompañaba…-de repente abrió mucho los ojos, y con una exclamación de horror se llevó una mano a la boca-. ¡Dottan!

Se levantó de golpe, y eso hizo que se marease y se le pusiera la visión completamente negra. Se apoyó en la pared, jadeando, hasta que se le hubo pasado.

-          -   Mierda… ¡Tengo que ir a buscarle!

Se dirigió corriendo hacia la salida, hasta que se dio cuenta de que llevaba ropa distinta a la que normalmente llevaba. Una camiseta con una sola manga negra, bastante ajustada, que le perfilaba aún más las curvas; unas mallas que le llegaban casi por la rodilla; unas botas altas con la suela plana; y todo ello negro. A pesar de ello, le favorecía bastante, y hasta ella se sentía bastante cómoda. Se dio una vuelta completa, examinándose con ojo crítico. Sonrió mirando a Yarino.

-          -   ¿Y esto?

-          -   Tu antigua ropa estaba destrozada-dijo él con sencillez, encogiéndose de hombros. Al ver el ceño fruncido de la pelirroja, añadió-: Tranquila, ha sido Manie quien te ha vestido, no yo-señaló al roedor de su hombro.

Zayyn frunció el ceño, mirándole como si estuviera loco. Dudaba bastante de las palabras del anciano, pero no dijo nada. Este, sin embargo, agarró un largo trozo de tela roja de su lado y se lo lanzó. La chica lo cogió al vuelo y lo miró. Mientras el otro hablaba, ella se dio cuenta de lo que era.

-          -   Esa es una gabardina con mangas muy especial. Te protegerá de los azotes meteorológicos de la naturaleza.

La chica se lo puso, y comprobó que le quedaba como un guante. Desvió sus ojos de nuevo hacia Yarino, extrañada, preguntándose si debía fiarse. El pareció comprender su mirada.

-          -   Confío en que me devuelvas el favor algún día. Ahora cuéntame qué ha pasado.

Zayyn suspiró, y tras pensarlo un poco decidió confiar algo en él. Se sentó en el suelo y le contó con pelos y señales toda su aventura. Yarino se mesó la barba, pensativo, mientras escuchaba. Cuando terminó de escucharla, se inclinó hacia delante.

-          -   Esos piratas… Karen debe de estar realmente furiosa como para armar tanto jaleo…

-          -   ¿Quién es Karen?

-          -   La capitana de “El Horror Marítimo”. Los ángeles mataron a su madre hace poco.

-          -   ¿Y qué quiere de Dottan? Si lo ha matado… -su voz se volvió amenazante.

Pero Yarino negó con la cabeza. No, matar no era lo peor que le podían hacer al amigo de Zayyn. El esclavismo era un método mucho más cruel.

-          -   Probablemente lo venderán como esclavo en Kruxon. Esa chica tiene una codicia desmedida.

Zayyn se levantó, mirando con determinación al hombre. Apretó los puños y su cara se contrajo en una mueca de odio.

-          -   Iré-anunció-. Iré y le cantaré las cuarenta a esa tipa.

-          -   Está bien-Yarino suspiró y se levantó con cuidado. Zayyn trató de ayudarlo, pero él la apartó de sí, alegando que podía hacerlo solo.

Se acercó con lentitud a un armario y sacó algo. La pelirroja intentó ver qué era, pero solo lo supo cuando el anciano se colocó frente a ella, tendiéndole un pergamino enrollado y un látigo negro enrollado y enganchado a un cinturón.

-          -   Esto es un mapa de Kea, y esto es por si tienes algún contratiempo.

Zayyn los tomó, los observó, se guardó el mapa en un bolsillo y se puso el cinturón.

-          -   Sigo sin entenderlo. ¿Por qué me ayudas?

Yarino sonrió de manera inquietante.

-          -   Pronto lo sabrás. Pequeña… Ahora ve.

La joven seguía sin fiarse del todo. Los motivos del anciano le parecían sospechosos, y no le extrañaría nada que todo lo que le había dado desapareciera en ese mismo instante. Se encogió de hombros, retrocedió, y salió de la cueva, después de arrastrarse por al angosto y oscuro túnel. Al salir, el Sol aún se alzaba en el cielo, aunque ya comenzaba a dirigirse al este. La chica se encontró, como había esperado, con un paisaje rocoso. Se levantó y sacó el mapa. El viejo se había tomado la molestia de indicar el lugar en donde se encontraba. Con un respingo, se percató de que desde que había salido de Arnet había recorrido una cantidad del continente considerable. Se encontraba casi en el extremo noroeste de la cicatriz. Aún así, tendría que descubrir cual era la pared que debía escalar. Avanzó unos pasos, con cuidado de no pisar los riachuelos de lava. Alzó la mirada: a su derecha no había nada; sin embargo, a su izquierda podía vislumbrar las hojas de las palmeras y árboles.

-          -   Uhm…

Se guardó el mapa y buscó en su interior al alma de Riea. La encontró algo dolorida, pero dispuesta a ayudarla. Le prestó su cuerpo, y pronto Zayyn se encontró en el aire, subiendo y subiendo, aunque su vuelo era aún torpe. Sonrió, dándose cuenta de que le gustaba ser demonio. Podía hacer lo que quisiera ahora. Buscaría a Dottan, lo rescataría, y ambos serían libres por fin.

Una vez llegó arriba, donde anteriormente habían estado a punto de llegar ella y su amigo, se posó sobre el suelo, ante la enorme selva. Inspiró hondo y comenzó a atravesarla.

<< Por suerte, casi estamos en el límite noroeste de la selva >>le dijo Riea en su mente << Nos tomará poco salir, luego deberíamos ir a Yune, una pequeña ciudad neutral. Ahí tardaremos unos cuantos días en llegar. >>

<< ¿Y entonces? >>

<< Entonces tendremos que robarle allí a algún ángel. >>

La chica asintió en su mente, y le dejó el control del cuerpo al demonio, el cual avanzó sin miedo a través de la selva, sorteando lianas, árboles, troncos caídos, y algún que otro animalillo pequeño. Estuvo caminando un buen rato, cerca de media hora. Cuando de repente una esfera de energía colisionó a sus pies, Riea dio un salto atrás. Siseó, y miró con furia a aquel que se había atrevido a atacarla.

Se trataba de una criaturita redonda, rojiza, escamosa y alada, además de tener el tamaño de una mano.

-          -   Demonio menor-murmuró-. ¿Cómo osas siquiera enfrentarte a mí?

La criatura rió, con una vocecilla aguda y chillona.

-          -   ¿Siquiera?-empezó a volar en círculos, divertido-. He visto miles de demonios como tú. No te temo, súcubo.

Riea lo miró fijamente. Era una mirada tan penetrante e intensa, que el pequeño demonio sintió un escalofrío. Con miedo se dio cuenta de que no debió molestar a esa criatura negra.

-          -   Habrás visto a otros demonios-afirmó Riea-, pero eres joven, y dudo que hayas visto a alguien como yo. Por esta vez te dejaré en paz…

Retomó su viaje, rodeando al pequeño demonio, el cual se encontraba sorprendido y muy quieto. Podía ser joven , pero no era tonto,  sentía un enorme poder que emanaba de ella. Aún así, le molestó su indiferencia, y la siguió volando a su lado a una prudente distancia.

-          -   ¿Qué hace una criatura como tú tan sola por aquí?

Riea suspiró y movió la cola, airada, antes de enrollarla en torno a su cuerpo con suavidad.

-          -   Me dirijo a Kruxon.

El diablillo frunció el ceño, olvidándose de que a pesar de su aspecto, Riea contaba con un gran poder.

-          -   Allí se encuentran los demonios más poderosos-hizo notar.

-          -   Lo sé.

-          -   Ah, sí. Olvidaba que tienes algo extraño.

Riea sonrió, divertida, y lo miró. Quizá ese demonio menor le fuera útil.

-          -   ¿Cómo te llamas, menor?

El susodicho parpadeó y voló más cerca de ella.

-          -   Nakor, señora-decidió que sería mejor tratarla con respeto, más que nada para tenerla contenta.

-          -   Muy bien, Nakor-Riea pareció notar que ya la respetaba, porque habló con voz autoritaria-. Te dejo que me acompañes.

Nakor puso una mueca.

-          -   ¿Por qué querría acompañaros?-inquirió con rebeldía.

Enseguida se arrepintió de no haberse mordido la lengua. Seguramente ahora la súcubo lo desintegraría. Sin embargo, ella solo soltó una agradable risa cristalina y se volvió hacia él.

-          -   Porque… hay algo que debes saber, menor…
        
                                              ׺°”˜`”°º×owo׺°”˜`”°º×

Cuando el demonio negro hubo terminado de hablar, Nakor tragó saliva, abrumado por todo lo que acababa de escuchar.

-          -   Mis disculpas, señora.

Ella asintió, se dio la vuelta, y siguió caminando.

-          -   No le hables de eso a mi humana-le advirtió.

-          -   Será como ordenéis-murmuró, siguiéndola.

Riea sonrió misteriosamente, pero no añadió nada más. Nakor encajó su silencio con aburrimiento, aunque a veces hablaba de sus cosas o del paisaje, pero nunca del secreto de Riea. Ella lo dejaba hablar, y lo escuchaba, pues se había dado cuenta de que era hablador. No se detuvieron en ningún momento, ni siquiera cuando se toparon con un río, ni cuando a la súcubo le rugieron las tripas. Finalmente, cuando el Sol empezaba a ocultarse, la selva se hizo menos densa, y podía verse a lo lejos un paisaje rojizo, medio empedrado, medio habitado por hierba. Llegaron al linde momentos después, y observaron el panorama que se extendía ante ellos. Efectivamente, era rojo, todo: el suelo de piedra, algunos árboles desperdigados, la hierba… Era como si el atardecer hubiera bañado para siempre aquella tierra con su esencia escarlata.

Riea observó el paisaje con los ojos brillando, irradiando emoción.

-          -   Al fin estoy en casa…

Cerró los ojos, y con un suspiro, dejó que Zayyn tomara el control de la situación. Tras el intenso brillo de las llamas, la humana se tambaleó, pero consiguió sostenerse en pie.

-          -   No llego a acostumbrarme a esto…-murmuró.

Nakor se le acercó, mirándola con preocupación.

-          -   Debemos seguir. En unos días llegaremos a Yune.

Zayyn suspiró y asintió. Miró a Nakor con el ceño fruncido, con una actitud nerviosa. Cuando Riea se había puesto a hablar con el demonio menos, le había bloqueado todo control del cuerpo. Había sido como si hubiera estado dormida y encerrada en lo más profundo de su mente. Por eso, no había sido capaz de enterarse de lo que le había contado la súcubo al demonio menor.

<< Confía en mí. >>le pidió su demonio de repente.

La chica chasqueó la lengua, pero asintió de nuevo, resignada.

2 comentarios:

  1. Al final tardé más de 25 minutos en leerlo xP
    Me gustó y creo entender sobre que va, ya.
    Mmm te diré mi teoría a ver si cuela..... pero hay algo que me la quiebra.

    ¿Se supone que va de que los Demonios del "limbo" son los 7 Pecados Capitales y que Dottan es "Gula" uno de los Pecados?
    Si ese es el caso, al viejo se le olvidó nombrar cuando se fue Zayyn.... ¿que ella era Lujuria?

    No se si será eso o que.... no tengo muchas más teorías, esa fue la más creíble para mi.
    Después de haberlo leído todo solo debo añadir: "¿Para cuando el 5º?"
    Estoy deseoso de seguir leyendo la continuación. Al tiempo que se me hace largo el fic de cada capítulo, también me llena y no quiero parar de leer.

    Bueno, pues eso, que quiero el siguiente a la voz de ¡YA! y que me gusta mucho. De verdad. Lo juro por snoopy (?)

    Saludos: Luash

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  2. Aaaaaaaah sorpresa sorpresa XD

    Me alegro de que te haya gustado :P Intentaré tener el 5º cap pronto :D

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