El aullido se alzó hasta los cielos, desde el patio interior
de la casa Vitor. Los criados trataban de tranquilizar al perro, por orden del
hijo pequeño, quien trataba de leer unos manuscritos en una mesita de jardín.
El animal mordió a uno de los sirvientes, y el otro tuvo que agarrarlo del
collar. Tras inútiLes intentos por calmarlo, el niño bien se cansó y caminó
hacia ellos. Empujó al criado más cercano sin delicadeza y golpeó al perro con
una pierna. Este gimió, pero finalmente se calló al notar la severa mirada de
su amo.
- Silencio, Uba.
Uba se levantó después de ser derribado y se acercó al chico
con las orejas gachas. Le lamió los dedos cuando sintió que lo acariciaba.
-
Solo ha sido otra explosión, Uba. Kraxon es así
todos los días-le explicó mientras los criados se alejaban a seguir con sus
tareas.
-
Espero ansioso a que llegue el martes-dijo una
voz cantarina a su espalda-. Reskei.
El niño gruñó al reconocerla, y se volvió para mirar a su
hermano mayor con cara de pocos amigos. Era alto, probablemente llegaba a los
dos metros, pero aún así, su porte y figura eran elegantes, como un orgulloso
alce que alzaba el cuello para exponer su gran cornamenta.
-
¿El martes? ¿Para qué?-inquirió Reskei, tratando
de sonar indiferente.
El Alce caminó hacia él, con una sonrisa de desprecio, y le
dirigió una breve mirada al chucho.
-
Bien lo sabes, hermano pequeño. Uba no debió
morderme.
Reskei lo miró con furia. Todo había sucedido
accidentalmente. Resler, su hermano, estaba degustando unos canapés cuando, de
repente, Uba quiso arrebatarle un bocado, con tan mala suerte que los colmillos
se cerraron en torno a su mano. Horas después, el padre de ambos había decidido
sacrificar al animal.
-
¿Y a mí qué? Solo es un perro.
El chico gruñó, se dio la vuelta y se internó de nuevo en la
casa, echando humo por las orejas y chispas por los ojos. Uba lo siguió a un
lado, con las orejas agachadas. Reskei odiaba que lo infravaloraran, que lo
trataran todavía como a un niño. Si bien su madre lo hacía para protegerle,
Resler y su otra hermana mayor, Rika, lo hacían para molestarlo. Además, su
padre parecía odiarle. Siempre decía que Reskei no servía para nada, y que era
una deshonra para la familia. <<No soy tan listo como Resler, ni tan
guapo como Rika, ni tan firme como padre>>pensaba, muy a menudo. Se
sentía inferior, pequeño, y torpe, y los odiaba con toda su alma por ser tan
perfectos.
-
Idiotas… Ojala pudiera darles a todos en las
narices…
Atravesó el pasillo principal, sumido en sus pensamientos,
hasta llegar a unas escaleras y subirlas hasta el piso de su habitación. Por el
camino se cruzó con su madre, una mujer rubia, de gran belleza y elegancia.
Llevaba un largo vestido rosa con encajes y corsé.
-
Reskei, hijo. Deberías sacar a pasear a Uba-le
dijo con dulzura, pues sabía el mal momento que debía de estar pasando el
chico-. Acuéstate pronto cuando regreses, mañana será un gran día.
Reskei no tuvo tiempo a preguntarle a qué se refería. La
madre se dio la vuelta y desapareció en el interior de sus aposentos. Así que
el muchacho bajó al patio, cogió la correa de la caseta del animal y salió del
recinto de la enorme casa, llevándole sujeto.
Recorrió con tranquilidad primero las calles nobles, en
donde él vivía, sin prestar atención a las elaboradas estructuras de los
edificios, ni a la rica decoración de las calles, de las que ya estaba
acostumbrado. Decidió internarse en el mercado, el lugar con más actividad de
la cuidad, para examinar con curiosidad los productos de los puestos de venta.
Uba iba olisqueando todo mientras movía el rabo con alegría. Aquel ambiente
parecía gustarle. Con tristeza, Reskei se dijo que sería la última vez que
pasaría por allí.
-
¡Mocoso! ¡Aparta a tu chucho de mi
mercancía!-bramó un demonio menor cuando Uba comió una manzana de una de las
cestas.
Reskei parpadeó y miró al mercader con desprecio y
altanería.
-
Vuelve a hablarme así y haré que claven tu
cabeza en una estaca-respondió, con elegancia.
Chasqueó la lengua y le dio la espalda. No había dado ni un
paso cuando recibió un tomatazo en la nuca, y eso le enfureció. Se dio la
vuelta nuevamente y sin poder contenerse le gritó:
-
¿Cómo te atreves, gusano miserable?
Pero al que gritó no fue al vendedor, sino a un humano
gordo, robusto y enorme que le miró con furia. Reskei supo que a aquel tipo le
daría igual su estatus social, y que su padre no iría en su defensa. Su única
opción era correr si no quería tener rotos sus huesos. Soltó la correa de Uba y
corrió; sabía que el perro podría apañárselas solo. Se metió por una calle
rápidamente, jadeando. Oía los potentes pasos de su perseguidor, y supo que lo
alcanzaría si no hacía algo pronto, por lo que torció la calle y observó a su
alrededor buscando la manera de librarse.
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El gordo se detuvo bruscamente al girar la esquina,
sorprendido. Había visto a esa sabandija parar por allí, pero ahora no veía a
nadie. ¿Cómo era posible? ¿Se había esfumado? ¿Había echado a volar? Miró al
cielo; miles de demonios sobrevolaban la enorme urbe, yendo de aquí para alla.
El hombre refunfuñó y le pegó una patada a un barril de metal que había junto a
una pared, lo que provocó que el recipiente cayera tumbado y rodara un par de
metros. El hombre, sin hacer caso a esto, dio media vuelta y se fue por donde
había venido farfullando incoherencias.
Mientras, el barril que había sido golpeadotocó con la
pared, deteniéndose tras un par de balanceamientos leves. Se oyó un quejido
dentro, ahogado por el eco del interior, y la tapa se abrió con torpeza,
dejando a la vista la cabellera rubia y rizada de Reskei. El joven salió de
ahí, dando tumbos y llevándose una mano a la cabeza. Gimió.
-
Vaya golpe…
Caminó en zigzag por el mareo, dirigiéndose a su casa para
quedarse seguro. Al girar una esquina, no se percató de la persona que tenía
delante, y chocó con ella, provocando que ambos cayeran de espaldas al suelo.
El muchacho insulto a la otra persona sin mirarla, dejando entrever su
desprecio hacia la gente que era de una categoría menor que él.
Sin embargo, sintió de repente un escalofrío, y examinó a la
otra persona.
Se trataba de una muchacha de su misma edad, alta, delgada.
Tenía el pelo negro como el azabache, corto y en punta por la nuca, con unos
mechones largos a los lados. Y sus ojos… azules y eléctricos, brillantes y
fríos, lo observaron con una mueca en la boca de desprecio. Fue una mirada tan
profunda, que Reskei retrocedió, asustado.
La desconocida se levantó, muy digna ella, y siguió
caminando, mostrando su indiferencia hacia aquel chico. Reskei la observó
marchar y por un momento se sintió furioso. Detestaba que lo mirara de esa
forma. Quiso gritarla, insultarla y golpearla, pero algo le decía que era más
poderosa que él. Estaba tan ido, que se levantó temblando y volvió a casa,
consolándose de que al menos Uba no tendría que ser sacrificado ya, al haberlo
dejado en libertad. Reskei lo prefería así, pues por lo menos seguiría vivo.
Llegó al fin a la mansión y cruzó la verja. Varios criados
le vinieron al encuentro, oeri él los ignoró y entró en el edificio, para
después subir las escaleras y dirigirse a su habitación para acostarse, como le
había aconsejado su madre. De camino, pasó junto a los aposentos de Rika, y se
asomó cuando esta le llamó.
-
Reskei-dijo Rika mientras se peinaba en el
espejo, contemplando el rostro de su demonio interior-. Mañana iremos a ver a
Lady Nayara. No hagas que nos avergoncemos de ti y compórtate. Si le doy mala
imagen te haré la vida imposible.
El chico le mandó una mirada furibundo y se dio la vuelta
para salir de nuevo al pasillo. Malditos fueran todos, pensó. Si la tierra se
los tragaba de repente, haría una fiesta… Estaba harto de todos.
Con estos y otros pensamientos, Reskei se enfundó el pijama
y se metió en la cama, soplando el candelabro de su mesilla y quedando en la
más completa oscuridad.
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A la mañana siguiente, todos se levantaron temprano. El
muchacho fue a desayunar nada más despertarse, sin cambiarse, para no
encontrarse a solas con nadie. Luego llamó a un sirviente para que le ayudara a
vestirse. Mientras el craido le abrochaba el cinturón, Reskei pensó en aquella
visita. Nayara, la anfitriona que los recibiría en su casa, era una persona de
gran influencia en Kraxon, aunque pocos tenían el privilegio de conocer su
rostro, y muchos menos, de pasar un día con ella. Ni siquiera el monarca de la
ciudad había visto nunca a la mujer, y eso hacía un honor para su familia el
conocerla, pes sus padres y hermanos compartían sus ideales. Además, hacía poco
que esta misteriosa persona había empezado a moer hilos, y muchos querían
unirse a su causa… ¿A qué causa? A la de lograr una equidad entre ángeles y
demonios. Al parecer, era una persona muy liberal y muy revolucionaria. No
sería de extrañar que se presentara a las puertas de Shirei con una horda de
demonios a sus órdenes. A Reskei esos temas no le interesaban demasiado.
Mientras que vivieran con lujos, para él estaría bien. Aunque últimamente prefería
que nadie le infravalorara.
El criado terminó de ponerle la ropa entonces, y tras
colocarse la cara chaqueta de seda, el chico bajó al recibidor para encontrarse
con su familia.
-
El último, como siempre-le espetó su padre.
Resler esbozó una sonrisa de suficiencia.
El mayordomo les abrió la puerta, y los cinco pasaron y
caminaron elegantemente hasta subir al elaborado carruaje, llevado por dos
espléndidos caballos blancos. Durante todo el trayecto, Reskei tuvo la sensación
de sobrar en esa familia. Se sentó entre la ventana y Rika, y con ellos dos iba
Resler, mientras que sus padres se colocaron enfrente de ellos y hablaban.
Cuando llegaron, al cabo de media hora, los recibieron dos demonios
transformados que les condujeron al interior del pequeño castillo negro de
aspecto gótico. No había jardín, ni una sola decoración afuera. El interior
constaba de poca luz, únicamente producida por candelabros sostenidos en la
pared. Además, unas largas cortinas de color morado impedía la completa entrada
de luz por las ventanas.
En la habitación en donde estaban, el recibidor, apenas
había muebles. Frente a ellos una escalera se curvaba hacia un lado a medida
que ascendía, y a los lados dos marcos sin puertas que daban a distintas
habitaciones parecían crujir al tocarlos. El suelo estaba cubierto por
alfombras, y las paredes y el techo por pinturas y tapices.
-
Es un poco… siniestro-soltó Reskei sin querer.
Rika se volvió hacia él, airada, y puso los brazos en
jarras.
-
Modera esa lengua, enano, o la Dama Oscura te
cortara la cabeza.
-
¿La qué?-el muchacho frunció el ceño porque no
le sonaba ese nombre.
Su hermana fue a contestarle, pero un hombre trajeado y muy
estirado entró en el hall desde la habitación de la derecha.
-
Ah, los Vitor-sonrió y chasqueó los dedos. Al
instante salieron criados vestidos de gris de aquella sala y tomaron los
abrigos de los invitados para guardarlos-. Si son tan amables de acompañarme,
los conduciré a un lugar donde esperar a Lady Nayara.
Los llevó a la sala de la izquierda, la cual pudieron ver
que se trataba de un gran salón con sofás y sillones en el centro, dibujando un
círculo en torno a una mesita redonda. No había ni un solo espejo, y eso
desconcertó un poco a la familia. Cualquier demonio o ángel siempre tenía
espejos por su casa, para poder hablar “cara a cara” con su criatura interior.
Pero aquella mansión parecía desprovista de cualquier tipo de objeto que
reflejara. Mientras se sentaban, Reskei no prestó atención a la exquisita
decoración de la estancia. No, él estaba más pendiente de su hermana.
-
¿Quién es la Dama Oscura?-le preguntó.
Rika lo contempló con estupefacción durante unos momentos.
-
Olvidaba que eres muy pequeño para
entenderlo-respondió, y ante la mirada de reproche de su hermano le susurró-.
La Dama Oscura es el más poderoso de los demonios. Es la criatura que nos
llevará a la victoria en la lucha contra los ángeles. Dicen que Nayara la ha
visto, y que mantiene contacto con ella-le brillaron los ojos a partir de ese
instante-. Quizá Milady nos la presentará...
-
Si es tan importante, ¿por qué nos recibe a
nosotros?
-
Porque padre colabora en su campaña. Nuestra
familia es muy rica, y suministra dinero a su misión.
Entonces, Lord viton carraspeó.
-
Rika, deja de contarle nada a Reskei. Es muy pequeño
para entenderlo.
-
Tengo quince años-se defendió el chico.
-
Y todavía andas con chuchos sucios por
ahí-comentó Resler con crueldad.
Reskei se levantó de golpe, mirándolo con furia, a lo que
REsler sonrió burlonamente. No obstante, su expresión y a del resto de la
familia cambiaron repentinamente al mirar fijamente a un punto tras el
muchacho. Se levantaron, y Reskei tuvo que volverse para ver qué los había
alarmado.
Una muchacha los mriaba desde el umbral de la puerta con una
amable sonrisa. Reskei abrió mucho los ojos al percatarse de que se trataba de
la joven con la que se había chocado en el mercado, aunque su vestimenta era
completamente diferente. Recordaba perfectamente el aspecto de rockera gótica
que había presentado el día anterior: guantes de rejilla, multiples muñequeras
con púas, varios collares de cruces y pinchos, camiseta negra con el dibujo de
una calavera, pantalones cortos y negros, medias oscuras, y botas góticas con
chapas metálicas.
Sin embargo, en esos momentos tenía una apariencia radicalmente
cambiada. Vestía un largo vestido negro victoriano, impecable, medias y unas
botas más elegantes que las otras. Además, los mechones de su cabello se
encontraban recogidos hacia atrás en un sencillo lazo. Lo único que no parecía
haber cambiado eran sus hipnotizantes ojos, su oscuro cabello, y el piercing en
forma de aro plateado que llevaba en la aleta izquierda de su nariz.
-
Con ustedes, Lady Nayara.
Reskei se la quedó mirando aún más embobado. Se había
esperado que la tal Nayara fuera una mujer joven, como lo era su madre. Pero
esto… Esa chica aparentaba tener su misma edad. ¿Alguien tan joven había
conseguido mover tantos hilos? Un susurro a su espalda lo sacó de las nubes. Miró para
atrás y observó alucinado a toda su familia arrodillada en el suelo,
postrándose ante la muchacha de cabellos negros. Rika le susurraba con enfado a
su hermano que mostrara servidumbre ante su anfitriona. No obstante, una suave
risa los interrumpió.
-
Podéis levantaros-dijo Nayara. Su voz era suave,
melodiosa y agradable como el piar de los pájaros-. Soy yo la que debería
postrarse por conocer en persona a los Vitor.
Los padres y los hermanos de Reskei se levantaron,
indecisos, pero se sentaron de nuevo en los sillones cuando la chica los
invitó. Reskei los imitó, mirando cómo Lady Nayara elegía su propio asiento.
-
Señor Vitor, Señora Vitor-empezó a nombrar,
mirándolos a cada uno-. Resler, Rika y… Reskei.
El muchacho reprimió un estremecimiento cuando los ojos
azules de la joven se clavaron en él como dos brasas azules, escrutándolo por
dentro.
-
¡Qué familia tan perfecta!-exclamó la muchacha
con una sonrisa-. ¿Puedo ofreceros un té?
Sin esperar respuesta, llamó con los dedos a una criada de
un rincón. Esta asintió y desapareció por la puerta para cumplir órdenes. Luego
Nayara los miró de nuevo y sonrió, y fue a decir algo, cuando Rika se le
adelantó.
-
¿Nos presentarás a la Dama Oscura?
Reskei captó un extraño brillo en los ojos de su anfitriona.
-
La Dama Oscura no está disponible hoy, lo
siento. Tendrá que ser otro dóa-sonrió-. No te preocupes, Rika. Pronto la
verás.
La chica se vio claramente decepcionada, pero asintió.
Reskei miraba fijamente a la morena, aunque esta no parecía prestarle la menor atención,
como si no existiera, y eso le molestó. Apretó los puños y la mandíbula y miró
a la mesa fijamente, tratando de calmarse. << Puede que así sea mejor. Si
soy invisible, no podrán ridiculizarme ni insultarme… >>
Y entonces, Lady Nayara se fijó en él. Clavó rápidamente sus
ojos de hielo en los verdes de Reskei. Él se estremeció, pero correspondió a su
mirada. Sin embargo, el contacto visual fue breve, apenas duró unos pocos
segundos. La criada regresó, llevando una bandeja de plata con seis tazas y un
plato con galletas.
Todo sucedió muy deprisa.
La doncella fue a dejar la bandeja en la mesa, pasando junto
a su señora. Esta se sobresaltó por algo, mirando la vajilla, y de un manotazo,
empujó a la chica y arrojó la bandeja al suelo. Lady Nayara se levantó,
furiosa, mirando con desprecio a la sirvienta. Un aura oscura y poderosa
pareció envolverla cuando gritó:
-
¡Dije cubertería de cristal, inútil! ¿Quién te
mandó sacar la plata?
La familia Vitor al completo la miró, con ojos sorprendidos,
ante aquella extrema reacción de su anfitriona. Pero esta no tuvo tiempo de
reponerse en compostura. Mientras la criada gritaba mil perdones con voz
asustada y lo recogía todo, Nayara miró de nuevo a Reskei, quien se había
inclinado para ver la bandeja de plata y mirar su reflejo.
Su demonio, Xelar, era un diablillo dorado, astuto y
aguileño, del tamaño de cualquier humano. Le observaba con aquella pícara
sonrisa que tanto le caracterizaba. El muchacho volvió a su posición original,
pues ya había visto muchas veces a Xelar. Pero, al hacerlo, se topó con los
penetrantes ojos de Nayara, serios y levemente sorprendidos.
-
¿Qué… qué ocurre?-se atrevió a preguntar ante la
intensidad de la mirada.
Lady Nayara parpadeó, negó con la cabeza y, recobrando su
postura, se volvió hacia el mayordomo.
-
Llévatela y haz que la azoten-le ordenó
señalando a la criada asustadiza.
El hombre asintió, y desapareció por la puerta llevándose a
la pobre y aterrada muchacha. Mientras oían sus protestas, un nuevo sirviente,
esta vez varón, recogió todo el estropicio. Nayara se volvió a sentar, dando un
suspiro.
-
Disculpadme por eso. Les tengo dicho que la
plata no se saca, para no estropearla.
Reskei frunció el ceño. Le resultaba extraño que una joven
de tanto prestigio se preocupara por una simple cubertería de plata. Él en su
casa tenía miles de juegos como ese, pero ni siquiera su madre se preocupaba
tanto por ellos. Claro está, Nayara podría tenerle un especial aprecio por
alguna razón… O a lo mejor era otra cosa.